viernes, 19 de septiembre de 2008

LIBERTAD


Texto: Abili Bertrán /Pedro Matias Foto:jlmaral_cc_flickr


Como todos los días me he levantado a las 7a.m. y he caminado unos pasos. Mi compañero de “chabolo” que estaba despierto me ha saludado con un “bon dia” y yo le he preguntado: ¿qué tal la película de anoche?

Por la ventana he visto algunas nubes, pero poca cosa, y ya se aditiva un día de sol y calor.

Hasta aquí todo pura rutina, lo de cada día, sin embargo en este momento nadie valora lo maravilloso que es poder caminar, hablar, oír, ver… Seguramente, si nos faltara alguno de estos sentidos no pensaríamos en otra cosa que en recuperarlo o en la mala suerte que hemos tenido a perderlo.

¿Quién en la calle valora la libertad? ¿Quién piensa que se puede ser feliz con sólo poder abrazar a la familia cuando lo desees, pasear, sentándote en un bar viendo pasar gente y saboreando alguna cerveza o refresco? Teniendo un teléfono en el bolsillo para poder llamar cuando queramos o recibir llamadas cuando haga falta, de la familia o amigos. Disfrutar de un cuarto de baño para ti solo o compartido con los tuyos, y no, hoy con éste, mañana con el otro... Ver el mar… Ver la montaña…

Sólo la valoran aquellos que un día la perdieron, al igual que un ciego valoraría poder recuperar la vista.

El hombre lucha por lo que no tiene y a veces, quizás demasiadas, no valora aquello que posee. Persigue el dinero, la codicia de tener cosas, alimenta continuamente al igual que la vanidad del estatus del triunfo, de la apariencia, adicciones, dependencias, obsesiones, orgullo, agresividad… Un señor llamado Leo Lozowick decía: “siendo mendigo es cuando más libre me he sentido”.

Libertad y felicidad van de la mano, ser feliz invita a sonreír y a reír, y mientras ríes no estas pensando en tus conflictos, quedas liberado de ellos, por eso un momento de risa es un momento de libertad y a más libertad, más parte de la vida formas.

Hasta aquí podríamos decir que hemos hablado de la “libertad física” del individuo, pero existe una libertad que podríamos catalogar como más “abstracta”, la de pensar y tomar decisiones, la de creer en algo más o menos sublime, político o religioso.

En este caso la esencia de la libertad del individuo, de creer o pensar, ha radicado siempre en la posibilidad de elegir lo que se desea elegir porque así se desea, sin presión para forzar la voluntad o conducta, y sin verse engullido por un vasto sistema y en el derecho a oponerse a aquello en lo que no se está de acuerdo, y defender sus propias convicciones simplemente porque son sus convicciones.

Esa es la verdadera libertad y sin ella no hay libertad de ningún tipo.
También debemos aceptar que la libertad de una persona termina donde empieza el derecho de los demás.

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